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El amor animal del esclavo

 




Amor animal

 “Amo, este esclavo reconoce que es un esclavo que vive para amar, adorar, servir y obedecer al Amo sin esperanza ni expectativa de que el Amo le devuelva ese amor."

Credo del esclavo


He conocido el amor humano y he conocido el amor animal. Y he comprobado que el amor humano desaparece mientras que el amor animal permanece. 

El amor animal no es ese amor particular en el que el esclavo mide su entrega en función de lo que espera recibir del Amo. Esa entrega interesada, que el esclavo fabrica en su mente humana, le aleja de la animalidad, pues su objetivo no es otro que emular al Propietario estableciendo criterios de obediencia  que no le corresponden. Cualquiera que intenta controlar desde abajo al que le dicta las órdenes, no es un esclavo. Simplemente es alguien que se cree un igual, pero que encuentra placer en sentirse inferior solo cómo y cuándo él dispone. Ese alguien sabe que para experimentar ese placer necesita un Amo que le haga ese servicio. Muchos de los que se hacen llamar esclavos expertos están en este grupo.

El amor animal real no tiene intereses,  es incondicional e incomparable. Un perro no puede decidir ni elegir. Su instinto solo tiene una dirección, la adoración incondicional al Propietario.

Ahora bien, alcanzar esa devoción definitiva no es mi objetivo. Mi única meta como Amo es conseguir la realización del esclavo, lograr que el humano se transforme en subhumano, y que el subhumano consiga ser quien desea ser, es decir, un animal. 

Yo como Amo no trato de “recibir” nada del esclavo, porque el esclavo no puede “darme” nada salvo “ser” cada día mejor esclavo. El esclavo no puede dar nada porque, siempre que se respeten limites,  el esclavo no puede negar nada.

El esclavo no da, el Amo toma.

Como Amo solo quiero que el esclavo sea lo que quiere ser y entonces todo lo demás llega como una consecuencia, pero no como un fin. El esclavo no me puede “entregar” su castidad, el esclavo sabe que ”ser” casto le define como esclavo.  El fin es que el esclavo consiga su realización como ser inferior. Tanto la castidad como el castigo, o la humillación, son inherentes a la animalldad del esclavo.

No eres esclavo porque seas casto.  Eres casto porque eres esclavo. 

No eres esclavo porque seas humillado. Eres humillado porque eres esclavo.

El esclavo sabe no puede esperar el amor del Amo y el credo del esclavo es claro al respecto, sin embargo yo siempre hablo como un Amo que ama su propiedad.

El esclavo realizado transforma su deseo humano de dar con condiciones a su deseo animal de ser esclavo sin condiciones. Y cuando eso ocurre  el amor de este Amo le invade, le atraviesa y le clava contra  el suelo. Y este Amo le ama como lo que es, un animal, un ser inferior digno de humillación y protección, digno tanto de caricias como de torturas.

Puede ocurrir que si el animal no encuentra ese amor en su Amo, lo busque fuera de su animalidad. Es decir que lo busque en alguien que no lo ve como un esclavo sino como un igual. El esclavo deja entonces, no siempre de forma consciente, de considerarse esclavo. De esta manera el perro abandona las casa del Amo, renuncia a su  animalidad para que otro, que lo ve como un igual y no como un ser inferior, pueda amarle; para que otro pueda ofrecerle una protección de igual a igual, unas caricias de igual a igual y unas ataduras afectivas de igual a igual; un amor de igual a igual.

Y es entonces cuando el esclavo dice, mi novio es un vainilla, pero me quiere. 

El esclavo siente ahora la obligación de renunciar a su naturaleza sumisa, la obligación de beber agua en vez de meos,  la obligación de comer en una mesa en lugar de hacerlo en el suelo, la obligación de vestirse de marca, en vez de vivir desnudo.

Puede ocurrir que a medida que añora la humillación, la tortura y las cuerdas, el esclavo sufra una transformación y descubra que le compensa tanta renuncia a cambio de poder experimentar el amor de un igual. 

¿Se puede elegir no ser esclavo sin renunciar a la esencia de lo que uno es? La respuesta solo la sabe el propio sumiso.

A veces, el vainilla, para no perder la fidelidad de su pareja, se aventura por caminos que desconoce y juega a ser el Amo, y si hay suerte, el vainilla descubre que hay un Amo dormido en su interior. Otras muchas, el vainilla solo descubre que no es feliz humillando a su novio en nombre del amor, que no se siente pleno destruyendo lo que ama con un látigo o unos azotes, que no le llena de alegría ensuciar con meos su espalda enrojecida, y que no entiende por qué prefiere el suelo quien le ayudó a elegir el mejor sofá en IKEA.

Hay esclavos que aman, esclavos que se han hecho alpinistas antes de que les diga que soy el Annapurna, hay perros que han elaborado y protegido con sus garras la comida que va a alimentarme, hay esclavos que han bebido de mi antes de que tengan sed. A esos esclavos yo los amo y mi amor no es un amor particular que solo da en función de lo que espera recibir, porque un esclavo no puede darme nada, un esclavo solo puede ofrecerme convertirse en el mejor esclavo. Porque no los amo como un humano ama, sino que los amo como solo un Amo puede amar, desde el poder y la gloria de ser su dios.  



COMENTARIOS ANTIGUOS

Anonymous (2013-04-05 12:49:48) excelente post es una lucha del la mente de perro esclavomuskle

Dom K (2013-10-29 11:05:46) estás en lo cierto, así amamos los amos...

Comentarios