"Somos chicos buenos a veces, pero también somos chicos malos, chicos sucios a los que nos gusta que nos reciten poemas a la luz de la luna pero a los que también nos pone que nos meen la espalda, nos aten las manos y nos escupan en la boca."
(Urbano Hidalgo)
Las creencias son las percepciones que subyacen bajo nuestras decisiones. Teniendo esto en cuenta, una percepción errónea nos lleva a adoptar decisiones equivocadas. Quiero hablar de una de las creencias más comunes dentro del bdsm entre hombres: la asumida incompatibilidad entre amor y sexo.
Yo diría que si hablamos de bdsm hablamos de sexualidad, pero el bdsm es otra cosa que el sexo, me parece. Sin embargo, tengo la impresión de que nosotros, los tíos, vivimos el bdsm enmascarado detrás de una orgía perpetua.
Ahora bien, el bdsm, tal como yo lo entiendo, no es una válvula para reparar relaciones frustrantes, ni una salida de emergencia ante un calentón. Aunque puede usarse con esos fines, y de hecho se usa.
Quede claro que no está en mi ánimo juzgar las conductas de nadie. Tal vez estas válvulas sean necesarias para que cada uno descubra que está en el lugar equivocado, o para que se despierte una conciencia y comience un nuevo proyecto.
Pienso que todo comportamiento merece respeto y que cada uno tiene sus razones para actuar como lo hace, y que lo que hoy nos provoca rechazo mañana nos puede parecer deseable o viceversa. Pero de este tema me gustaría hablar más detenidamente en otro post.
Ahora solo quiero mostrar la realidad disonante que conozco y lo hago con el convencimiento de que otras realidades son posibles y de que no debemos conformarnos con sucedáneos del sexo o del amor que queremos experimentar, solo porque estemos convencidos de que lograr ambas aspiraciones en el entorno bdsm es imposible.
Y cuando digo amor, no estoy hablando del amor que liga a las parejas el 14 de febrero.
Un Amo no es un novio, aunque ofrezca más amor, protección, cuidado y atención que cualquier novio al uso que un sumiso haya tenido.
Como ya he dicho en otro post, citando a esclavobotas, un Amo no puede ser un novio, una pareja o un amante, porque ser novio, pareja o amante impide abrir las puertas a experiencias que solo una relación D/s puede ofrecer.
En una novela sobre vampiros, leí que, en cierta ciudad, los habitantes vampiros solo expresaban su naturaleza en un lugar que llamaban el Teatro de los Vampiros. En las funciones de aquel teatro, la realidad se transformaba, y de puertas adentro, la sangre era el único alimento. Terminada la función, los vampiros volvían a la vida municipal, a la vida social y a la vida conyugal. Es decir el vampiro dejaba de serlo hasta la siguiente función. Pero en realidad el vampiro solo suspendía o adormecía su verdadera identidad hasta la siguiente ocasión en la que su particular naturaleza le demandara alimento.
Es una suerte que existan lugares donde podamos desarrollar nuestras fantasías. El bdsm tiene mucho de representación, en el bdsm se adoptan roles y se siguen comportamientos pactados a través de la inmersión en un mundo propio creado para nuestro disfrute. Gracias a esos teatros experimentamos quienes somos y descubrimos aquello que deseamos. Pero está claro que en esos sitios solo satisfacemos una parte, más o menos importante (más o menos física) de nuestras necesidades. Reducir el dominio a una práctica sexual es simplificar la realidad bdsm. Pienso que el sexo directo sí es una práctica dentro del bdsm, no al revés.
El bdsm es sexo, pero no solo de sexo se alimenta el bdsm. Al situar una relación D/s en el centro mismo del sexo, establecemos que si éste no existe, tampoco puede darse la relación de dominio.
Hay sumisos, que ante la incapacidad de vivir plenamente sus necesidades afectivas al mismo tiempo que sus necesidades sexuales fetichistas o masoquistas, deciden renunciar al sexo duro y conformarse con una relación vainilla, a cambio de poder disfrutar del placer de sentirse queridos, aunque tengan que renunciar al placer de sentirse humillados.
Es verdad que esta renuncia es temporal y que algunos necesitan periódicamente visitar algún teatro, para poder seguir llevando una vida conyugal o una discreta vida social, no del todo satisfecha.
Hace unos días tenía un invitado en casa, por las noches salía a sitios de sexo, y cuando, de madrugada, volvía a casa, ahíto de sangre de la mejor calidad, se metía conmigo en la cama esperando sentir un abrazo.
Existe la creencia de que el auténtico bdsm es algo prescindible, casi superfluo, una afición cualquiera como coleccionar pipas. Se piensa a menudo que el bdsm no forma parte de la identidad de cada uno, en cambio sí se considera parte la ideología política o la pertenencia a un club deportivo. Se cree que uno puede elegir dejarlo aparcado en aras de la norma social, o de cualquier otra responsabilidad a la que nos hallemos expuestos. Esa creencia nos lleva a adoptar decisiones equivocadas. Porque negar la presencia del bdsm es negar una parte importante de nosotros mismos. Y tan lícito, deseable y respetable, es pedir un poema de amor como que nos aten las manos.
Vivir el bdsm no es siempre satisfacer una urgencia sexual. Pero es normal encontrarse con sumisos que después de mearles en la espalda, atarles las manos y escupirles en la boca, se alejen de nosotros para que otro, que nunca ha descubierto sus colmillos, les lea poemas a la luz de la luna.
Y se van cantando aquella canción que dice
Mi novio es un vainilla, pero me quiere.
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